En estos días en que se hacen manualidades de fantasmitas con papel de cocina, algodón y palitos de helado, concursos de calabazas y se encuentra la excusa perfecta para comer más golosinas de la cuenta; en los que se organiza una maratón de cine de terror, se buscan tutoriales por montones en YouTube para preparar meriendas terroríficas y bebidas escalofriantes, nos ocupamos en organizar una fiesta de disfraces o en ir de puerta en puerta acompañando a los niños a pedir chuches a la vez que ellos traducen en tiempo real: Trick or Treat? por ¿Truco o Trato?…Vamos a detenernos a pensar y animarnos a reflexionar sobre la muerte. Más específicamente sobre cómo la afrontan las personas con altas capacidades.

Los temas trascendentales ocupan con mucha frecuencia y generalmente de manera precoz los pensamientos de las personas con altas capacidades. Entre ellos, la muerte ocupa un lugar fundamental.

Tu hijo de 5 años puede haberte mirado con los ojos vidriosos después de que le dieras el beso de buenas noches para decirte después: Un día te vas a morir. Y no sé cómo voy a hacer para vivir sin tenerte.

Con 6 años puede que haya llenado la pizarra de dibujos pequeños en recuadros, como si fuera un cómic, y cuando te acercaste a mirar y le preguntaste qué era te haya explicado con detalle que en el primero estabas en el vientre de la abuela, después eras una niña, después eras joven, después adulta, después un poco vieja, después vieja del todo (con rodete y bastón) y después estabas muerta y enterrada y con una lápida encima que ponía RIP. Pero había algo común en todos los recuadros. Había un corazón en el extremo superior derecho. Y puede que él te haya explicado que te amaba desde que estabas en el vientre de la abuela. Y que te amará cuando estés muerta también.

A los 7 años puede haberte avergonzado en el metro cuando en pleno silencio señaló a un anciano que estaba sentado enfrente y dijo en voz muy alta: Ese señor es muy viejito mamá, seguramente se va a morir muy pronto.

Los niños con altas capacidades pueden hacerse preguntas sobre la muerte a edades muy tempranas. Pueden ser conscientes de la pérdida y del dolor, de la fragilidad y de la finitud de la vida muy pronto, y dejarnos sin palabras con sus preguntas y planteos, con sus reflexiones e inquietudes.

Pueden ser por un lado extremadamente sensibles y expresar abierta e intensamente el dolor que les causa tomar consciencia de que un día moriremos, porque eso suele preocuparles mucho más que su propia muerte. Y, por otro lado, ser muy crudos y racionales a la hora de aceptar la muerte, hablar de ella o verla como una realidad biológica, física o absolutamente natural e indivisible de nuestra condición humana.

Hay tantas maneras diferentes de afrontar la muerte. Cada cultura, religión, ideología, paradigma y sistema de creencias, en cada época y en cada rincón del planeta ha vivido la muerte a su manera, ha desarrollado explicaciones, inventado ritos, construido monumentos, ideado costumbres, tradiciones, formas, maneras de explicarla, de vivirla, de padecerla o de celebrarla. Como humanos que somos necesitamos encontrar un significado a las cosas y representarlas, nombrarlas, transformarlas en algo que podamos asimilar. Es importante saber que cuando se trata de las complejas mentes y las sensibles almas de nuestros pequeños y jóvenes con altas capacidades es muy frecuente que aborden los temas trascendentales de manera precoz, profunda, intensa y que muchas veces nos dejen sin palabras (y sin aliento). La muerte es uno de esos temas y es tal vez el que más afecta su sensibilidad, hayan o no perdido a un ser querido. La muerte aparece de manera recurrente y está muy presente entre sus principales inquietudes.

Permitamos que expresen todo lo que tengan que expresar. Venzamos el tabú. Ayudemos a que se sientan comprendidos y acompañados. Validemos sus sentimientos al respecto y también sus razonamientos. Escuchemos sus preguntas y respondamos de manera sincera y cercana. Dejémosles sentir con toda la profundidad y sensibilidad que necesiten. No minimicemos ni subestimemos sus preocupaciones ni pretendamos aplacarlas con explicaciones esquivas, simplificadoras o ficticias en un intento de huir nosotros mismos de las respuestas genuinas y de la realidad.

Tal vez, como en tantas otras ocasiones, tengan mucho que enseñarnos.