Ellas se conocieron en un tren. Un tren hacia ninguna parte. Viajar es un perpetuo no ir a ninguna parte más que hacia dentro. Huir no es otra cosa que huir de nosotros. Moverse no es otra cosa que intentar imaginar que somos otros, como si cambiando el contexto cambiara el texto; como si cambiando el envase, cambiara el contenido.

Ellas se conocieron en un tren. Y se atrevieron a recorrer juntas Europa. Aunque es absolutamente imposible ir con alguien a ninguna parte. Las relaciones humanas están destinadas al malentendido. Solo hacemos de cuenta que nos escuchamos y nos entendemos y nos hacemos compañía. Pero no es verdad. Es un acuerdo tácito y siempre efímero en el que convenimos llamar entendimiento, sintonía, comprensión, complicidad, al más absoluto sinsentido, al perpetuo malentendido y la soledad.

Ellas se conocieron en un tren. Y se aman y se abrazan y se odian y se abandonan. Y a eso llaman estar juntas. Y reflexionan, con lo necesario, inevitable, doloroso e incómodo que es reflexionar. Y dicen. Y no importa lo que dicen. Y callan, y es tanto más importante lo que callan.

No hace falta ser un zorro, haber sido cazado entre otros 12.000 zorros, transformarse en un cadáver mínimamente compuesto y digno. No hace falta ser un zorro para estar muerto y disecado.

No hace falta esperar a la tormenta para buscar refugio, para cubrirnos, para abrigarnos, para alzar los brazos y abrir la boca y recibir y gozar y agradecer.

No hace falta que me ayudes cuando el suelo está lleno de obstáculos. No hace falta que me salves cuando avance reptando y solo sienta vértigo y pierda el equilibrio. No hace falta que me abraces cuando pierdo el eje, el sentido, el deseo, el rumbo. No hace falta que me toques cuando tiemblo y me ausento y no siento más que soledad. No hace falta que te acerques cuando el silencio es ensordecedor y me grita y me aturde y mi cabeza está a punto de estallar. No hace falta que te quedes cuando solo hay oscuridad y no puedo ver más que tenues y caóticos puntos de luz derramados, inconexos, ficticios. No hace falta. Pero no te das una idea de cuánto lo necesito.

Y los limones, y la nieve, y todo lo demás.