El 8 de febrero de 1828 nacía Julio Verne.
Fue el mayor de cinco hijos y creció rodeado por una familia de abogados, y también por las asfixiantes y autoritarias expectativas de su padre. A pesar de que negarse a seguir los pasos que su progenitor le exigía, le costara el desamparo y una vida precaria sumido en la más absoluta pobreza, su pasión y su voluntad fueron más fuertes y decidió dedicarse a escribir. Tal vez la escritura haya decidido por él. Y él solo se dejara embriagar por el deseo. Y su infinita curiosidad y sed de conocimiento hicieran el resto. Tal vez escribir haya sido su salvación. Y esa intrépida libertad y extraordinaria capacidad de exploración hayan dado el sentido a una vida difícil, dolorosa y cargada de insatisfacción.
Un padre extremadamente rígido, un amor fallido, un matrimonio asfixiante, una salud frágil, un hijo desequilibrado, un incidente trágico.
Pareciera que documentarse hasta el extremo y escribir, casi compulsivamente, fue lo que le permitió gozar de la vida inmerso en mundos fantásticos, en los que la ficción le preservó de una realidad insoportable.
El primero de sus Viajes Extraordinarios lo escribió en 1862: Cinco semanas en globo. La primera editorial que visitó con el manuscrito lo consideró excesivamente técnico y aburrido. Afortunadamente, el original llegó a manos de Pierre Jules Hetzel; un editor que vio en la historia una vía para ampliar el alcance del conocimiento científico y tecnológico a un público mucho mayor gracias a su atrapante, pero no por eso menos riguroso, enfoque de ficción.
Tras ese primer viaje, vinieron otros 61; todos igualmente extraordinarios. Entre los más conocidos: Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en 80 días, La isla misteriosa, Un capitán de quince años.
En sus novelas se describen armas de destrucción masiva, helicópteros, viajes espaciales, exploraciones submarinas y hasta una ciudad con rascacielos, ordenadores, amplias redes de comunicaciones y transportes terrestres de altísima velocidad. Todas ellas salieron de su imaginación entre 1862 y 1905.
Esa mirada, que tan ampliamente lo ha perfilado como a un «visionario», es la que trazó su camino, la que le permitió seguir adelante a pesar de los obstáculos, la que lo convirtió en el padre de la ciencia ficción y en el segundo autor más traducido de la historia de la literatura, entre Agatha Christie y William Shakespeare.
La vida y la obra de Julio Verne nos demuestran cuán necesario puede ser seguir la llamada de la voz interior, el impulso de ser, por encima de los mandatos y las expectativas ajenas.
Tuvimos la suerte de que ese grito fuera tan inextinguible, y que más que por la expresión de un deseo o por la toma de una decisión, Julio Verne haya conseguido abandonarse, inevitablemente, a la pulsión de escribir.

«Mientras el corazón lata, mientras la carne palpite, no me explico que un ser dotado de voluntad se deje dominar por la desesperación».
VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA · Julio Verne