Gracias al colectivo La Corrala Patio Feminista de Aranjuez por invitarme ayer a la mesa redonda sobre teatro y mujer «Las representaciones de la mujer en el teatro ¿Avanzamos?» celebrada en la sala Farinelli del Teatro Real Carlos III.

Participé en representación de La Mirada de Ellas, compañía amateur de la que formo parte, dirigida por Antonio Sarrió en La Nave de Cambaleo.

No soy actriz profesional ni recibí ningún tipo de formación en arte dramático. Mi aproximación al teatro es totalmente visceral e intuitiva, a la vez que vital y necesaria. Desde ese lugar, mi ponencia se centró en mi propia experiencia personal y en el descubrimiento de lo teatral como una inigualable vía de autoconocimiento y construcción de mi identidad femenina, tanto individual como colectiva.

Compartí mesa con Begoña Crespo, actriz profesional en Cambaleo Teatro, Nieves Román, regidora profesional y creadora del laboratorio teatral Puntos Suspensivos, Lucía Hervás, arteterapeuta y docente, y Montse Bodas, directora de cine y educadora social. Ella fue mi primera profesora de teatro en la asociación cultural La Espiral. A partir de ese descubrimiento ya no pude dejar el teatro. Se abrió en mí una ventana amplia y luminosa donde siempre había habido un muro. Una ventana a través de la cual pude empezar a respirar, y a ver.

Formar parte de La Mirada de Ellas me permitió explorar mi propia identidad como mujer, para mi misma, frente a los demás y también mi consciencia femenina colectiva y social. Conecté a través del teatro conmigo misma y con otras mujeres como nunca antes lo había hecho.

En la compañía escribimos los textos que vamos a representar y tenemos la libertad de llevar a escena cualquier escrito que queramos compartir. Transformar un texto íntimo, muchas veces crudo y autobiográfico, en una escena colectiva; ponerle voz, cuerpo y movimiento entre todos tiene una enorme fuerza reparadora.

Salir a escena me descubrió que tenía un cuerpo, que tenía voz, que tenía mucho que decir y que sería escuchada. Que no era invisible, ni pequeña, ni débil; que podía ser, sentir, hacer y decir todo lo que quisiera. Y que no estaba sola. La experiencia escénica es concreta, real, tangible y potente. Tener permiso para ser y hacer, para explorar y expresar libremente palabras, pensamientos, emociones, movimientos, acciones y que eso se transforme en una experiencia real es inconmensurablemente reparador. Se convierte en un ejemplo claro y contundente de que sí podemos ser de otra manera. De que no hay una única manera de ser, sentir y hacer, sino que son ilimitadas, y que tenemos la libertad de vivirlas y de permitir que nos transformen.

El teatro nos visibiliza, nos humaniza, nos repara, nos obliga a tomar conciencia del propio cuerpo, nos enseña a confiar en nosotras y en los demás, nos sumerge en la catarsis, nos conecta hacia adentro y hacia afuera. Con nosotras. Con el otro. Con las otras mujeres. El teatro modificó la imagen que tenía de mí misma y de los otros, tanto dentro como fuera de mí. Reparó a muchas capas de profundidad mi imagen de mí misma y mis roles.

Por lo general, en todo ámbito y en todo contexto no se genera ni se propicia esa experiencia. No se fomenta ni se facilita esa exploración y esa libertad, sino todo lo contrario. Se espera que estemos quietas, calladas, que nos sintamos pequeñas, ciegas, sordas y mudas, y nos prestemos a obedecer y a satisfacer. El teatro te permite ser todo lo que imagines. No hay límites impuestos. Y no es solo un ejercicio teórico, sino que se vuelve real, y eso inicia un proceso que ya no se puede detener. Se vuelve necesario y vital. Ver y verse. Reconstruirse. Empoderarse. Salir fortalecida sabiendo que es cierto. Que esas otras versiones de una misma que estaban calladas, existen. Que la sensación de soledad no es real. Porque más que compartir escena o acompañarnos en escena, somos realmente una. Una sola. Una sola mujer fuerte, poderosa, brillante, inconmensurable, libre y consciente, de la que nos nutrimos y gracias a la cual salimos reparadas y fortalecidas.

Formar parte de La Mirada de Ellas me permite relacionarme conmigo como mujer, amar por primera vez la mujer que soy, y conectar profundamente con otras mujeres con las que seguramente en otro ámbito o en otro contexto no hubiera llegado a relacionarme a un nivel tan profundo y a empatizar desde nuestra esencia, fuera de todo rol o estereotipo autoimpuesto y perpetuado.

Descubrir el teatro, amar el teatro me reconcilió conmigo, con las mujeres y con la vida.

En relación a la pregunta que cierra el título de la mesa redonda ¿Avanzamos? Claro que avanzamos. Ojalá en todos los espacios pudiéramos avanzar como personas, como mujeres, como individuos y como colectivo, tanto hacia adentro como hacia afuera, de la misma manera y con la misma libertad, intensidad y consciencia con que lo hacemos en La Nave a través del teatro.

El teatro nos inocula un mensaje imposible de desoír. Nos afirma de manera rotunda que tenemos voz, tenemos cuerpo, tenemos mucho que decir, y podemos ser como deseemos, como soñemos, como queramos ser. No hay límites. Partimos de una experiencia en un entorno seguro, en un refugio de autenticidad donde se nos permite ser todo lo inmensas, poderosas y libres, todo lo intensas y sensibles que seamos capaces de imaginar. Y volverlo real. Para después atrevernos a replicarlo fuera, cada día, y sin detenernos ya.

Para cerrar citaré un extracto de un artículo que escribí hace exactamente un año atrás, y que creo expresa el germen de esa liberación.

“A veces ayuda pensar que este traje es mentira. No es más que un disfraz, una especie de muñeco hueco, un títere; puede llegar a ser una coraza, una armadura; puede volverse un ataúd.

Pero hay otras maneras. Lo que a veces ya no soportamos es seguir viviendo, y pensando, y haciendo, y relacionándonos así. Seguir así. Pero no hay un solo así. Hay tantos como el valor y el deseo de romper la inercia nos permitan. Y creo incluso esa angustia, esa tristeza, ese desgano y falta de deseo y de proyecto y de rumbo y de sentido se debe a que llegamos a creer que el así es inamovible, inalterable, indestructible, irrefutable. Y que si renovamos el así no será más que una trampa porque, aunque creamos que estamos cambiando, estaremos replicándolo hasta el infinito. Pero no. Hay otros así. Fuera del riel. Fuera del patrón. Fuera del guión. Fuera del traje. Fuera de la jaula. Hay otros así. Hay múltiples y están ahí, tan al alcance. Y son tan genuinos y posibles y palpitantes como eso que somos una vez que nos quitamos todos los así que venían escritos con la letra de otro y nos atrevemos por primera vez a escribirlo nosotras mismas.”

Más artículos en primera persona, sobre mujer y crisis existencial en mi blog: https://escribirparavivir.com/

Carolina Borgesi

 

Cía. La mirada de ellas

Dramaturgia y Dirección Antonio Sarrió

Intérpretes

Alicia Ojalvo Sánchez

Alicia Guardiola Mesa

Carmen Cuerva Tejero

Carolina Borgesi

Cornelia Cozariuc

Héctor Ungo

José Luis Vega Estefanía

Maribel Fernández Pinedo

Marilín Laín González

Pilar Martínez Casarrubios

Rosario Juárez Ángel

Teresa Fernández Jurado

Teresa Martínez Chimeno

Vidal Díaz Bravo

Yolanda Martínez

Colaboradoras

Aurora Barroso

Carmen Vela

Iliana León Blanco

Loles Montañés Gárriga

Lucia Hervás Hermida