José Rafael Moneo Vallés, arquitecto navarro nacido en 1937, recibía en el Getty Center de Los Ángeles hace ya 19 años el Premio Pritzker de Arquitectura, y se convertía en el primer y único español en conseguir el galardón.

Su arquitectura tiene una inigualable marca personal y habla un lenguaje propio e inconfundible. Si analizamos la expresión arquitectónica como si nos refiriéramos a una lengua hablada, creo que la lengua que hablan las obras de Moneo tiene influencias varias: una gran base léxica de lengua antigua, una estructura gramatical propia de una lengua moderna, una dosis importante de dialecto local y la incorporación comedida y enriquecedora de un puñado de neologismos que le imprimen la huella del presente.

Estas características, llevadas a términos arquitectónicos, se entretejen con naturalidad y coherencia. Las obras de Moneo se nutren del racionalismo y la pureza formal de la modernidad, pero recuperan la conciencia del pasado y del contexto, condicionantes que el Movimiento Moderno había rechazado en su afán funcionalista y pragmático. En este sentido es en el que se puede hablar de un racionalismo contextual en su trabajo y está patente en la manera en que él escucha lo que la geografía, el entorno y la historia tienen para decir al proyecto, y lo transforman en algo completamente único. En Moneo, escuchar no significa callar. Entender la geografía no significa mimetizarse. Respetar el pasado no significa copiar historicismos.

¿En dónde vemos las huellas de la historia? Sus obras tienen esa presencia rotunda, esa quietud casi clásica, una escala monumental y un ritmo que recuerda al concinnitas renacentista. Hay una armonía matemática en ellas que produce un perfecto equilibrio. La luz y la proporción entre llenos y vacíos también nos recuerdan el mundo antiguo. La modernidad, por su parte, está impresa en el purismo, la volumetría y la expresión sin ornamento, la elección de los materiales siempre nobles, la desnudez de las texturas, la franqueza de las superficies, la claridad en la delimitación espacial. Pero la herencia moderna en Moneo ha evolucionado; cada obra ha sabido echar raíces en su lugar y nutrirse de su tiempo. Su legado nos ha enseñado una manera nueva de conjugar los elementos más significativos de la historia de la arquitectura, erigiendo una obra única que tiene la fuerza y la maestría de ser clásica, moderna y contemporánea a la vez.

“Doy gracias a la arquitectura porque me ha permitido ver el mundo a través de sus ojos” Rafael Moneo

Fundación Pilar y Joan Miró en Palma de Mallorca (1992)

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El edificio de la Fundación construye un refugio para la obra de Miró. El entorno inmediato del emplazamiento del taller original anexo fue cediendo a la especulación y se dejó invadir por construcciones sin ningún carácter ni respeto por el contexto. Las vistas originales del horizonte y el mar se transformaron en imposibles y nostálgicas, y es en esta realidad en la que el proyecto coge fuerzas para generar un espacio de recogimiento, un contenedor capaz de recrear la paz y la belleza original mediterráneas, condiciones necesarias para disfrutar plenamente de la obra del artista.

Ayuntamiento de Murcia (1998)

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La Casa Consistorial o Ayuntamiento de Murcia se erige en la Plaza del Cardenal Belluga, corazón del casco antiguo de la ciudad y emplazamiento de la Catedral de Santa María y el Palacio Episcopal. La propia plaza y sus monumentos dictan las líneas principales de la composición. El edificio completa la trama urbana con una versión racional y purista de la fachada renacentista italiana. El muro frontal que completa las fachadas de la plaza actúa a modo de pantalla, desde fuera, como una pieza escultórica que dialoga en su textura, color y juego de llenos y vacíos con el contexto histórico dejando su impronta contemporánea y, desde dentro, como un marco que encuadra y destaca las maravillosas vistas de los monumentos anexos.

Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal en San Sebastián (1999)

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El Kursaal como tipología edilicia debe su denominación y programa funcional al edificio de usos múltiples o casino decimonónico europeo. Siguiendo la tradición, el emplazamiento había albergado un palacio destinado como casa de juego desde 1921 hasta su derribo en 1973. La reconstrucción del Kursaal en un sitio tan privilegiado y emblemático de la ciudad, con las inigualables vistas desde la bahía vizcaína hacia el Cantábrico, se encargó a Moneo porque su propuesta, entre las presentadas por Mario Botta, Norman Foster, Arata Isozaki, Juan Navarro Baldeweg y Luis Peña Ganchegui, tenía la rotundidad y fuerza expresiva que mejor representaba el carácter de la ciudad. Con palabras del propio arquitecto, el Kursaal coloca “dos rocas varadas” mirando al mar y regala un nuevo emblema a la ciudad de San Sebastián.

Iglesia de Iesu en Guipúzcoa (2011)

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Este edificio reinterpreta todos los elementos del espacio sagrado cristiano y le devuelve sus valores más puros. Despojando las superficies de toda ornamentación, eligiendo volúmenes blancos y carpinterías de madera, el espacio queda configurado por la luz natural y el vacío contenido. Recordando la escala, simpleza y monumentalidad de un templo románico, Moneo recaracteriza la sacralidad del cristianismo volviendo a plantear con un lenguaje propio cada una de sus partes: la gran puerta de acceso, la planta en cruz y el eje hacia el altar, la entrada de luz natural, las propias vitrinas, el órgano y el campanario. Una cruz escultórica introduce un elemento de tensión rompiendo la simetría y capturando la fuga hacia el altar.