Bjarke Ingels, el joven arquitecto danés director del estudio BIG con sede en Copenhague y Nueva York, consigue demostrarnos que el poder de la arquitectura para transformar el mundo existe todavía.
En mis años de facultad, si hay algo que recuerdo, y constituía una constante en mi manera de afrontar cada nuevo proyecto, era el impulso entusiasta que sentía por crear algo que se nutriera de la realidad y sus condicionantes, pero la transformara en algo nuevo. Y eso siempre era más fácil en la cabeza y contado en palabras que materializado en arquitectura.
La filosofía y la obra de Bjarke Ingels son profundamente inspiradoras, y principalmente en ese sentido, en el que los procesos de diseño se nutren de los múltiples condicionantes del emplazamiento, el programa, la función, la historia, el entorno natural y social, y las necesidades del cliente y de la comunidad a diferentes escalas, para convertir la realidad en algo diferente, mejor, inimaginable y tangible a la vez.
Hay varios conceptos que resultan sumamente interesantes en su discurso. Uno de ellos es el hecho de que vivimos, según los geólogos, en una nueva era denominada antropogénica. Esto quiere decir que es la influencia humana el fenómeno más poderoso de nuestro tiempo, y la arquitectura es una de las manifestaciones más protagónicas en esta trasformación del planeta. De alguna manera plantea que la arquitectura le ha dado la vuelta a la teoría de la evolución darwiniana, según la cual las especies sobreviven dependiendo de su capacidad para adaptarse al medio. El hombre ha venido a decir con la arquitectura: es el medio el que se adaptará a mis necesidades, para que yo pueda sobrevivir.
¿Cómo define Bjarke Ingels su manera de pensar y hacer arquitectura? Apuesta por crear una infraestructura social que genere urbes resilientes, ciudades que puedan asumir los cambios, ser parte de ellos de una manera dinámica. Para ello incorpora los conceptos de Open Source y Crowd Source Design. El diseño arquitectónico utiliza para el director de BIG un lenguaje de código abierto en el cual todos los interesados: clientes, residentes, usuarios, vecinos, aportan su visión, su opinión, su identidad, sus necesidades.
El proyecto y las decisiones asociadas a él deben informarse primero, llegando al interior, al núcleo del asunto, nutrirse de todo tipo de información relacionada con el entorno y la problemática, y dar una solución. Nunca estilística, formal, estereotípica, estándar, egocéntrica o autocomplaciente, sino una solución a través de la cual la arquitectura pueda demostrar el enorme poder que tiene y que reside en su increíble capacidad para acercarnos lo más posible al mundo que como especie soñamos habitar.