La conferencia de la Dra. en Psicopedagogía Rosabel Rodríguez inaugura las V Jornadas sobre Altas Capacidades: “La diversidad dentro de la alta capacidad”. Empezar el ciclo de ponencias con una exposición sobre género no es una decisión menor. Atendiendo a la diversidad, hablar de altas capacidades es observar detenidamente la complejidad que puede haber dentro de cada individuo. Tendientes como somos a intentar etiquetarlo y categorizarlo todo; concienciar, sensibilizar, detectar y diagnosticar un individuo es importante y necesario a la hora de atender a sus necesidades, pero no debe hacerse sin prestar atención a todo lo demás. Y muchas veces ese “todo lo demás” involucra otras variables que también necesitan ser atendidas y luchan para hacerse visibles. En medio de toda esta muñeca rusa de nombres y perfiles y entramados lo más importante de todo es recordar que lo que tenemos delante siempre es una persona; una persona compleja que no encajará nunca en un patrón, y que necesitamos evaluar y con la que tenemos que atenernos a unos protocolos, pero cuyas necesidades, la totalidad de ellas, están insertas en una realidad compleja y se refieren a múltiples ámbitos. En cuanto a la problemática de género, la visión sobre las altas capacidades debe ampliarse y afrontar el reto de romper mitos y abrirse paso aún con más fuerza.
La conferencia comienza con un simple ejercicio que Rosabel nos propone y es decirle a la persona que tenemos sentada a nuestro lado una mujer que haya ganado el Premio Nobel. En todo el auditorio no se ha oído pronunciar otro nombre que no fuera: Marie Curie. Solo nos acordamos de ella. Y está claro que se lo merece. Es la única mujer que ha ganado dos premios Nobel. Y cuya hija también obtuvo uno. De 935 premiados, solo 51 han sido mujeres. De 118 años de premios, 80 ha habido sin premiadas mujeres. Nadie en el auditorio conoce a Donna Strickland. Vemos su foto en pantalla, leemos su nombre, pero no sabemos quién es. Ella ganó el Premio Nobel de Física este año. Donna ya había ganado el Premio Nobel y sin embargo seguía sin haber una entrada en la Wikipedia sobre ella. Se ve que el perfil de esta brillante científica no era lo suficientemente notable como para estar en Wikipedia, donde las biografías femeninas no llegan ni siquiera a representar un 18% del total. Imagino que a nadie se le ocurrirá intentar dar una explicación dudando de su capacidad intelectual.
Y esto si nos movemos solo en el territorio de los premios Nobel. Pero más de lo mismo encontraremos entre los arquitectos, artistas, compositores, científicos, cineastas. Nadie recuerda el abrumador talento musical de la hermana de Mozart, de apellido Mozart también, desde luego. Y tantas abuelas y madres nos han extasiado con sus dones culinarios. Pero, ¿cuántas fueron chefs internacionales? Y tantas mujeres han tejido, bordado, cosido; han vestido con amor y dedicación a toda su familia. Pero, ¿cuántas de ellas fueron reconocidas diseñadoras de moda? Imagino que a nadie se le ocurrirá intentar dar una explicación dudando de su creatividad y talento.
Lo que nos tiene que dar esperanza y alivio es afirmar que el motivo, que la verdadera explicación es cultural. No es un problema intrínseco. Podemos cambiarlo. Debemos cambiarlo.
Cada día, día tras día, desde la infancia, las mujeres recibimos infinitos mensajes sobre lo que somos, lo que deberíamos ser, lo que se espera que seamos, lo que tenemos, lo que debemos, lo que estamos obligadas a pensar, sentir, decir, hacer, desear. Lo que estamos obligadas a ser. Y en algunos casos intentar ir contra eso no solo es difícil. A veces ni siquiera se nos ocurre, porque no lo vemos. Y otras veces es mejor que no se nos ocurra porque puede llegar a ser imposible, impensable, incluso estar prohibido.
Una noticia de hace apenas unos días atrás: Galicia prohíbe la obligación de llevar faldas a las niñas que usan uniforme para ir al colegio. Estamos en 2018. Y nos parece una locura ¿no es cierto? Y deberíamos pensar: No puede ser que haya que prohibir esto. Pero claro, hay que prohibirlo, porque de momento ¡es obligatorio!
Rosabel propone otro simple ejercicio: Si buscamos “gifted children” o “superdotados” en Google y filtramos imágenes ¿con qué nos encontramos? Pizarras, fórmulas matemáticas, niños con gafas vestidos con elegancia y formalidad, grandes lectores, violinistas, campeones de ajedrez, niños con lamparitas encendidas alrededor de su cabeza, pequeños bebés con los pelos y los bigotes de Einstein. Estereotipos. No encontramos otra cosa que absurdos estereotipos. Y muy pocas niñas.
Hay algunos datos que son abrumadores. Por ejemplo, entre los 6 y los 12 años, el número de alumnos diagnosticados con altas capacidades no muestra una brecha muy llamativa en relación al género. Un 52% de chicos y un 48% de chicas aproximadamente. Pero cuando llegamos a la adolescencia la diferencia crece significativamente. Entre los 12 y los 16 años las chicas solo representan un 30% del total. Imagino que a nadie se le ocurrirá intentar dar una explicación refiriéndose a la pubertad o a las hormonas sexuales. La razón es muy dolorosa. Ya están apagadas. Ya están adiestradas. Se han vuelto invisibles. En todos esos años que lo niños escuchaban mensajes del tipo: dilo, no te calles, muévete, hazlo; ellas solo recibían: tranquila, cálmate, ya pasará, no lo hagas, no preguntes, no sobresalgas, no llames la atención, no lo digas, no pienses eso.
A partir de los 12 años ¿dónde están las chicas? ¿dónde están las mujeres de altas capacidades?
Están ahí. Ahí sentadas. Quietas. En su sitio. Calladas. Hacia dentro. Están ahí. En el mismo lugar que estuvieron siempre. Invisibles.
Sumado al enorme y aplastante sistema social y cultural que opera de manera extrínseca hay un factor intrínseco muy poderoso que puede ser muy determinante y es la autoconfianza, la autopercepción. La falta de confianza en uno mismo es mayor en las personas con altas capacidades, mayor aún en la pubertad, y mucho mayor, y acrecentada por el entorno y sus mensajes y expectativas, en las mujeres.
Cuando una chica triunfa, ya desde el entorno escolar, recibe más habitualmente el mensaje de que es porque se ha esforzado mucho. Los chicos parecen conseguirlo simplemente por su talento, por su capacidad. Tanto chicos como chicas tienden a valorar positivamente a las mujeres de su entorno, sus abuelas, tías, sus madres, las profesoras, por sus cualidades emocionales y afectivas, por su empatía, cercanía y disponibilidad. Pero cuando se pregunta por la inteligencia, la valoración se hace generalmente sobre los padres, abuelos, profesores. Esa misma idea proyectan las chicas sobre si mismas. Lo que se valorará en ellas son sus habilidades sociales, afectivas, emocionales e interpersonales por encima de todo. Este constructo opera con la misma fuerza que la frase “Querer es poder”. Pues “No querer es no poder”. Las mujeres no quieren ser brillantes, no quieren ser inteligentes, no quieren ser talentosas, no quieren ser exitosas. Nadie las admirará por eso. A menos, claro está, que cumplan primero con todo lo demás. Pero ese “todo lo demás” es un lastre muy grande. Y para poder ser buena, atenta, entregada, dulce, amorosa, estar disponible, cuidar de los demás y a la vez ser brillante en tu profesión y en tu carrera, creativa y talentosa en el área que te apasione; no queda otra opción que ser una Supermujer. Una especie de heroína de ciencia ficción que tiene la habilidad de multiplicarse, o que se mete en una cabina de teléfono y se transforma en un segundo en lo que haga falta y puede parar el mundo mientras da varias vueltas al planeta tierra para frenar el tiempo y salvar a toda la humanidad de la catástrofe (y salir viva).
Los factores extrínsecos no hace demasiada falta revisarlos. Aunque son los que se han encargado de, gota a gota y minuto a minuto, crear, alimentar y propiciar todas las creencias que han calado tan hondo que a veces es difícil reconocer que no eran internas. Están tan profundamente arraigadas que son verdad como si hubieran venido impresas en el ADN. La familia, la escuela, la sociedad han erigido los estereotipos y los han reproducido hasta el infinito y hasta el hartazgo. Y han calado. Y calan, cada día.
Y para que esto cambie hay que contrarrestar. Y sí que hay cambios. Que se gestan. Se llevan a cabo. Hay mas conciencia y más iniciativas. Pero la inercia es descomunal. Hay una enorme falta de modelos a los que seguir. Rosabel nos muestra algunos videos y diapositivas que nos recuerdan cómo y cuánto hemos normalizado los estereotipos. La campaña Redraw the Balance de la iniciativa Inspiring The Future nos muestra cómo ya en la escuela primaria cuando los niños y niñas imaginan médicos, bomberos, pilotos; siempre imaginan hombres. Al final de la experiencia entran tres mujeres al aula con su ropa de trabajo y los niños se asombran. Llegan a gritar: ¡Están disfrazadas!
Al no tener modelos que imitar y al estar rodeadas de estereotipos y mandatos limitantes las chicas, además de atreverse a tener altas capacidades y salir de ese asfixiante armario con plena confianza en sí mismas, tienen que ser valientes, fuertes. Tienen que abrirse camino, ser pioneras, porque no tienen modelos a seguir dentro de un mundo donde la justicia y la igualdad, por muy absurdo que suene, no abarcan a las mujeres.
Lo que también es muy frecuente y desconcertante es la cantidad de mensajes contradictorios que se producen. Porque se dicen cosas, pero luego se hacen otras. Y se piden cosas, pero luego no se llevan a cabo. Y se alientan y se fomentan cosas, pero no se traza el verdadero camino para que puedan hacerse realidad.
Las mujeres no solo se enfrentan a techos de cristal, también pisan suelos pegajosos. Esos suelos pegajosos donde están sus hijos, sus padres, sus parejas, y ese deber y esa necesidad de atenderles siempre, porque así nos han educado, y porque lo llevamos clavado en las entrañas. Y si conseguimos el apoyo y la ayuda suficientes para subir los peldaños uno a uno de nuestra vocación, de nuestra profesión, de nuestro trabajo, intentando desarrollar nuestro talento, ahí nos encontramos el techo de cristal: la sociedad no confía con tanta soltura los puestos de responsabilidad, los proyectos complejos, los cargos directivos a las mujeres ¿Por qué? Porque seguramente tendrán hijos, maridos, padres, familias enteras que atender y no podrán responder como se espera, no estarán a la altura, no lo darán todo. Pero mejor así. Mejor que no se les ocurra darlo todo por su profesión, porque lo que sería admirable y ovacionado en un hombre, seguramente se miraría con desconfianza o se juzgaría sin piedad en una mujer. Porque sí, se nos anima a brillar y realizarnos, pero nunca jamás bajo ningún concepto se nos permitirá dejar de ser buenas, guapas, tranquilas, sensibles, abnegadas y compasivas.
En 2012 la Comisión Europea lanzó una campaña dentro de su programa de mujeres en la investigación y la innovación, que pretendía animar a las adolescentes a estudiar ciencias. Science: it´s a girl thing! se llamó y a través de un video viral de 0:52 minutos de duración no hizo otra cosa que dejar en claro cómo el machismo está en el hueso y no importa el lema ni la intención; la ideología más sexista y vergonzosa chorreaba por los cuatro costados. Si esas niñas, esas jóvenes que debían atreverse a estudiar ciencias, tenían que sentirse identificadas con las mujeres del video, la batalla estaba perdida antes de empezar. Las supuestas científicas parecían salidas de una película de 007. Tacones, bellísimas piernas desnudas, cinturas de avispa, abundante maquillaje. Ellas, peinadas de peluquería y dirigiendo miradas, gestos y actitudes seductoras al único ser humano que parecía verdaderamente centrado en su trabajo: un hombre, desde luego. Las chicas tiran besos, se ríen, se distraen, se sorprenden. Son tan adorablemente superfluas y sexis. Porque la ciencia es cosa de chicas, pero claro, la “i” de la palabra Science, no se lo pierdan, es una barra de labios.
Video: Science: it´s a girl thing!
Por suerte, las estudiantes de psicología y neurociencia de la Universidad de Bristol expresaron su indignación y respondieron con otro video que ojalá hubiera sido tan viral como el primero porque parodia con altura y cinismo cada uno de los absurdos clichés de la campaña oficial.
Parodia graduadas Universidad de Bristol
Solo podremos hablar de igualdad el día que cada niña, cada adolescente, cada mujer pueda decidir libremente y sin barreras lo que quiere hacer de su vida, de su carrera, de su profesión. El día que cada niña se libre de la infinitud de mensajes que intentarán construir de manera efectiva y desde dentro la indefensión aprendida. El día que cada niña imagine su vida adulta con plenitud y con éxito, sin suelos pegajosos ni techos de cristal. Y para eso los primeros pilares en los que deben apoyarse es en modelos, personas de referencia que configuren ejemplos reales y no idealizados, ejemplos de que sí se puede. Trabajar la autoestima, la autoconfianza, rodearse de un entorno en el que dejar de ser invisibles, en el que salir de la crisálida, sabiendo que pueden, que tienen derecho y que han nacido para volar.
Gracias Rosabel Rodríguez por tu pasión, por tu calidez, por tu talento y por construir el camino, por abrir una maravillosa ventana donde solo parecía haber un sólido e infranqueable muro ¡Gracias!