Estoy dando vueltas hace semanas acumulando temas para un artículo que nunca consigo sentarme a escribir. Nunca estoy lo suficientemente documentada y los temas se acumulan y todos son importantes y los días pasan y no hay manera de poner mi cabeza en modo lineal (y productivo). Las ideas se siguen ramificando y complejizando y tengo ya varios ficheros .doc (con título y todo) y enlaces a artículos de otras fuentes y citas cortadas y pegadas y palabras clave que no debería olvidar. Y otro listado, bastante menos ordenado, en varias hojas A4 dobladas a la mitad con todo lo que debo hacer -sí o sí- antes de que termine esta semana y en el que empiezan a aparecer flechas y círculos y asteriscos y notitas en letra pequeñísima que intentan fijar de alguna manera algunas puntas de ideas que podrían relacionarse con otras que parecieran no tener nada que ver pero se conectan en algún punto, y descubro que ese punto es que todo esto me afecta a un nivel profundo como persona, como mujer y como madre. Porque además de trabajar en la asociación luchando por los derechos de los niños y las niñas y los jóvenes con altas capacidades y sus familias, soy una mujer de altas capacidades, además de una madre de dos hijos con altas capacidades, lo que hace que todo se expanda a la vez que confluye de una manera a veces maravillosa e inspiradora, y otras abrumadora y desesperante.
Algunos de los temas que quería abordar y parecían artículos orbitando en paralelo eran: la inversión de la pirámide de Maslow en las personas con altas capacidades y su absoluta incapacidad para encontrar motivación para cubrir sus necesidades básicas si no están cubiertas, o en vías de satisfacerse, las más elevadas y para ellos fundamentales: la autorrealización, la expresión última y el desarrollo óptimo de su ser auténtico y profundo. Si la pirámide de la motivación humana se funda en la satisfacción de las necesidades fisiológicas, continúa con la búsqueda de la seguridad, la afiliación, el reconocimiento y culmina en un pequeño triangulito superior para la autorrealización; en las personas con altas capacidades este triangulo está completamente al revés: son capaces de apagar completamente sus necesidades básicas, olvidarse de comer y dormir y no tener el menor interés ni motor para cubrir sus necesidades fisiológicas si las del tramo superior no están satisfechas o en vías de conseguirse. Todo lo que hagan tiene que tener una motivación profunda y en consonancia con una búsqueda interna de fuerte componente emocional y afectivo, a la vez que se nutren de una raíz amplia, humana, elevada y ontológica.
Otros temas que quería abordar eran la depresión y el suicidio. Cómo afrontar estos tabúes y cuál es su incidencia en las personas con altas capacidades. Cómo devolver el sentido a la vida o volver a marcar un rumbo cuando la sensación de desadaptación y la complejidad y la falta de control sobre la propia psiquis parecen demasiado y llevan a perder todas las ganas y las motivaciones. Cómo encajar en la realidad la contradicción constante entre la necesidad, el deseo y el impulso de ser y la constatación de que hay que adaptarse para poder funcionar en un mundo hecho con reglas y obligaciones a veces completamente injustas, incomprensibles y ajenas que no podemos ni queremos, pero debemos acatar. La brecha inconmensurable que hay entre la expectativa y la realidad, entre el deseo y la realización, entre la idea y la materialización; la constante frustración por la magnitud de esa brecha, la resignación y la lucha constante por aceptar y agradecer, pero al mismo tiempo la imposibilidad de frenar el impulso y la sed y la curiosidad de una mente súper sensible, voraz, hiperactiva e insaciable. En paralelo la necesidad de sensibilizar y de subrayar la certeza de que hay que potenciar y no reprimir, que hay que fomentar y no impedir, que hay que favorecer y no obstaculizar que sean como son, que busquen su camino, que encuentren su elemento, que desarrollen su talento, que lo hagan a su manera y con sus herramientas y a su ritmo porque es solo así -y no de otra manera- como nos aportarán realmente su esencia y se convertirán en su versión más genuina y maravillosa. Y, a la vez, nos vemos demasiado frecuentemente imposibilitados de medir nuestras ansias de protegerlos de todo lo que nosotros mismos pasamos como niños, como adolescentes y como adultos cuando, intentando ser nosotros mismos, nos hemos amoldado por supervivencia y nos hemos reprimido y a la vez resignado a seguir el patrón porque no queda otra que pagar la factura de la compañía eléctrica. Y, entre tanto, sintiéndonos culpables y flagelantes de no poder ser un ejemplo mejor para ellos y deseando que ellos lo consigan, pero no pudiendo ser del todo convincentes porque no tenemos ni idea de si nosotros mismos lo conseguiremos. Y, además, quedándonos perplejos porque el libro de historia es verdaderamente un horror y ya viene tan digerido y resaltado y resumido y sintetizado y graficado y presentando de una manera inabordable que solo reduce al alumno a un ser del que se espera sea capaz de memorizar y jamás de entender, relacionar o sacar sus propias conclusiones. Y con deseos de tomarse tres años sabáticos para poder reescribir todos los libros de segundo y tercero y cuarto de la ESO y ayudar a nuestros hijos a hacer un cómic con la historia del feudalismo y un rap con las reglas ortográficas y una obra de teatro con los últimos capítulos del libro de inglés, cuando ellos lo único que quieren es hacer Tik Toks o ver lo que opinan los Youtubers sobre el compilado Rewind 2019.
Es complicado estar en el mundo queriendo bajarse del mundo. Ser consciente de que solo se puede cambiar el mundo estando desconforme con el mundo, pero eso requiere un sobreesfuerzo que puede resultar agotador. Es difícil saber que tenemos que mostrarles con hechos que sí se puede, y no solo con palabras y que no podemos ser un ejemplo para que ellos luchen y se realicen si nosotros nos amoldamos, ni tampoco podemos desear que ellos se realicen y se desarrollen porque nosotros no pudimos, no podemos, nos cansamos de intentarlo, y nos agotamos la mayoría de las veces solo de pensarlo.
Resulta muchas veces muy desalentador estar tratando a nuestros hijos como no nos gusta que nos traten, estar exigiéndoles que se amolden de una manera que nosotros mismos no queremos ni podemos, estar decidiendo por ellos o encaminándolos como no quisimos que hicieran con nosotros “por nuestro propio bien” y a la vez luchando contra ese miedo intenso de no estar haciéndolo bien y siendo incapaces de ver dónde está el límite entre la libertad y la irresponsabilidad, entre la ilusión y la idealización, entre la motivación y la estupidez, entre la sinceridad y la crudeza, entre la certeza y el autoritarismo, entre la realidad y la propia expectativa, entre el dolor y el miedo, entre la realización y el hedonismo, entre la tristeza y la depresión, entre el miedo y la cobardía, entre la fuerza y la ceguera, entre la vida y una representación de la vida que solo existe en nuestras cabezas.
Si alguno de ustedes sabe cuál es la diferencia entre una cosa y la otra. Si conoce alguna manera de reducir la brecha. Si encontró una vía paralela para estar y no estar a la vez en este mundo. Si descubrió la fórmula para vivir y funcionar, para ser y aceptar, para motivar y encauzar, para sostener la pirámide invertida de Maslow en inestable equilibrio con tanta masa ineludible por encima y al mismo tiempo imposible de priorizar. Si consiguió sentirse realizado y a la vez poner la lavadora y estar en armonía con su propia existencia mientras guardaba la compra en el maletero…agradeceré lo comparta. Mientras tanto, seguiré documentándome y haciendo anotaciones y buscando autores y referencias para escribir todos esos artículos que sé que escribiré y que deseo escribir. Pero antes. Antes necesitaba compartir todo esto.
“Cuando el niño se sacia, se aburre y está preparado para cambiar a otros goces “más elevados”. (…) Deberá hacer su elección por sí mismo. Nadie puede escoger en su lugar con demasiada frecuencia, porque esto le debilita, reduce su autoconfianza y confunde su capacidad de percibir su propio ego interno en cada experiencia; sus propios impulsos, juicios, sentimientos y diferenciarlos de las normas interiorizadas provenientes de los demás”.
El hombre autorrealizado, hacia una psicología del Ser (A. Maslow)