Se llaman arqueas de Asgard. Son microbios, y sus parientes ancestrales originaron todas las formas de vida compleja en la Tierra, hace unos 2.000 millones de años. El equipo de científicos japoneses que las encontró las extrajo de un lugar oscuro, profundo y frío donde nadie podía imaginar que las hallaría con vida.
Son pequeñas, microscópicas, y resisten una hostilidad innombrable. Tienen la forma de un limón con tentáculos irregulares y ramificados, pero miden algo así como un centímetro dividido en 10.000 partes.
Se cree que la vida compleja se generó después de que los ancestros de estas pequeñas arqueas enredaran, engulleran y endogenizaran a una bacteria e iniciaran con ella una relación sintrófica, en la que el crecimiento de una depende de los nutrientes o substratos aportados por la otra, y en la que ambas se benefician.
¿Cómo pudieron los científicos mantenerlas con vida en laboratorio? No fue solo reproduciendo las condiciones en las que las habían encontrado, sino principalmente dejándolas vivir cerca de ciertas bacterias que les aportaban pequeñas cantidades de oxígeno. Solo pudieron criarlas juntas. Ellas solas no hubieran sobrevivido. Pero eso no es lo más significativo, sino el hecho de que esa pequeña dosis de oxígeno aportada por la alianza en sintrofía fue la única manera posible de que ocurriera el milagro, la transformación, la enorme e increíble diversidad de la vida, las piezas fundamentales que compartimos los hongos, las plantas, y todo el reino animal, incluidos los humanos.
El origen de la vida compleja se basó en la cooperación.
Vivimos cada vez más aislados. Buscamos sentirnos libres, pero creemos que la libertad la conseguiremos siendo independientes. Sentimos cada vez más las relaciones humanas como ataduras. El sistema ideológico y económico en el que vivimos y todo el paradigma psicosocial nos llevan a un individualismo cada vez mayor. A aspirar incluso a orbitar escindidos de todo. Autoestima. Autoconocimiento. Autoafirmación. Autonomía ¿No es todo esto una obscena forma de autoritarismo? Solos y aislados somos más vulnerables, más manipulables, mucho más frágiles. Solos no vamos a sobrevivir. Nunca me causó demasiada simpatía, pero de pronto se me hace infinitamente perversa toda esta moda del mindfulness y el bienestar, la búsqueda de la felicidad y la evasión constante de la realidad con infinidad de paliativos mediáticos y de consumo.
No es así. Claro que este sistema es injusto, doloroso, incómodo. Y despierta tristeza, frustración, ira. No hay que vivir solo el presente. Hay que mirar atrás, para no olvidar quiénes somos y en qué nos hemos transformado. Hay que mirar hacia adelante, para atrevernos a soñar con cambiar todo esto, y no permitir que nos hagan creer que somos ínfimos, que somos ingenuos e idealistas. Soñar, cuidar, amar, crear, empatizar, cooperar, deberían ser los lemas de una acción política, revolucionaria. No hay que buscar el bienestar, ni vivir el presente, ni armonizar con la energía esencial del universo. Hay que luchar, hay que sentir en el cuerpo todo esto que nos cargan y disparan a diario. Hay que pensar todos estos pensamientos tan incómodos que aprendimos a anestesiar, a reprimir y acallar. Hay que desear que todo, que cada cosa sea de otra manera. Porque así, de esta, no vamos a sobrevivir.
Si las arqueas de Asgard llegaron a originar toda la maravillosa complejidad de la vida terrestre, pequeñas y latentes como eran, en condiciones extremadamente hostiles, imposibles y mortíferas, fue solo gracias a la cooperación, a la solidaridad, a la sintrofía, a la alianza con el otro.
Tal vez, y dadas estas posibles conclusiones, en la próxima reforma educativa (ahora que ya nos quitaron la literatura, la filosofía y las artes) decidan recortar también las ciencias. No vaya a ser que observemos modelos y saquemos ideas y conectemos con la fuerza vital y transformadora de nuestras arqueas ancestrales y se nos ocurra imitarlas.

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