¿Qué formatos periodísticos consumimos diariamente? ¿Qué consiguen en nosotros? ¿Cómo nos afectan? Los medios informativos tradicionales como el periódico, la radio y la televisión, aunque continúan en pie, se han visto desplazados por los medios digitales, y el acceso inmediato y fácil a pequeñas pastillas de información a través de Internet se ha transformado en una constante y en el formato preferido por los usuarios. El problema no está en la tecnología, que en sí misma no tiene ninguna obligación moral para con nosotros, el problema está en que la información es tanta y tan accesible que se hace difícil sumergirse verdaderamente en algo, y nuestra capacidad para involucrarnos con la realidad se ha empobrecido enormemente. El Periodismo Inmersivo podría devolvernos esa capacidad.

Consultamos la portada de una decena de medios, revisamos la columna de lo más visto -la mayoría de las veces ni siquiera leemos más que los títulos- y ya nos damos por informados. Y se reparten los píxeles, apretadas por la resolución de la pantalla, las imágenes de un goleador, un corrupto, un presidente, un expresidente, un posible presidente, un accidente, un plato gourmet, un incendio, un muerto, un mapa, una prostituta, un pokémon. Y todo está igualado. Está muy bien la definición de pastilla de información, porque al final no es más que eso, una de cada color, todas con la misma forma, casi no nos saben a nada. Estamos tan saturados y la información está tan masticada y simplificada que todo nos da exactamente igual. Es difícil que algo consiga conmovernos realmente. Aprendimos a volvernos ciegos, sordos, mudos; nos hemos insensibilizado profundamente a fuerza de tanta información indiscriminada.

Cuando hace 6 años la periodista norteamericana Nonny de la Peña habló por primer vez de Periodismo Inmersivo, nadie le hizo caso y tuvo que confiar en su intuición y llevar a cabo algunos proyectos por sus propios medios para hacer entender a la gente de qué estaba hablando, cuál era el enorme potencial de llevar la Realidad Virtual al periodismo y vivir una noticia desde dentro, transformar un titular, un párrafo, una imagen, en una experiencia vivida en primera persona. Su primer proyecto fue “Hunger”, un vídeo 360 a partir de una reconstrucción 3D que nos traslada a un mundo virtual donde esperamos en la fila entre los indigentes para recibir una ración de comida. Una fila donde hay demasiada gente, una fila que avanza muy lentamente y en la que no sabemos si la comida se acabará antes de que nos llegue el turno. Más tarde llegó “Project Syria”, un vídeo 360 realizado con tecnología Unity que nos pone en la piel de una niña siria que pasea tranquilamente por la acera de su barrio hasta que explota una bomba. Los principales medios informativos ya están desarrollando sus propias aplicaciones y generando vídeos 360 de contenido periodístico inaugurando así una nueva manera de contar que tiene la brillante aptitud de hacernos recuperar la capacidad de involucrarnos con la realidad que se vive en el mundo. El País VR comenzó con un reportaje en 360 de la situación actual en Fukushima después del tsunami y la catástrofe nuclear de 2011. El New York Times inauguró su canal de Periodismo Inmersivo con el documental “The Displaced” narrando la historia de 3 niños desplazados por la guerra en sus países. The Guardian hizo lo mismo con su experiencia VR “6×9” mostrando la realidad de un prisionero en una celda de aislamiento.

Qué diferencia enorme existe en nuestra percepción de una realidad con la que tomamos distancia, que no consigue traspasar el umbral de nuestra anestesiada humanidad, y el hecho ineludible de vivirla en primera persona, estar ahí, transformar la noticia en experiencia, vivir el qué, sentir el cómo, presenciar el cuándo, respirar el dónde. Eso es el Periodismo Inmersivo. Ese es su potencial. Esa es su razón de ser. Penetrar nuestra conciencia, superar las barreras, despertar nuestra capacidad de empatizar, transformarnos, recordarnos que sí nos importaba lo que estaban viviendo otros seres humanos, lo que para ellos era su así, aquí y ahora.

 

The Displaced – New York Times