Mark Zuckerberg quería un edificio simple, racional, efectivo. Un espacio diáfano, sin muros divisorios, y que de alguna manera expresara lo inacabado. Su arquitectura debía tener la estética de aquello que se encuentra en proceso, que no está del todo definido, que no está en absoluto acabado, que es bello a través de su simpleza y que funciona. ¿Podía encargar a Frank Gehry un proyecto con estos condicionantes? Parece que sí.

El encargo de las nuevas oficinas de Facebook en Menlo Park llevó a Frank Gehry a buscar en los orígenes de su propio trabajo y despojarse de su marca personal posmoderna y extravagante, para dar solución a un programa simple que exigía una respuesta austera. 130.000 m² de superficie distribuidos en tres capas superpuestas, oficinas en el centro, debajo el parking, encima una gran explanada, un nuevo parque lineal arbolado.

En el interior, el espacio dialoga entre lo general y lo particular, es un todo que a la vez expresa individualidades. Con capacidad para 2.800 puestos de trabajo compartiendo un espacio único e igualitario, la huella particular y colorista de artistas locales y algunos empleados ha plasmado la idea de que hay sitio para la singularidad. De alguna manera la arquitectura refleja la propia mecánica y la filosofía detrás de la red social: una plataforma abierta e ilimitada formada por entidades autónomas y singulares.

En palabras del propio Zuckerberg, el edificio tenía un claro propósito: reflejar cuánto trabajo queda por delante en su misión de conectar al mundo.